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Por aquellos días, Jesús se retiró al monte para orar y pasó la noche orando a Dios. Al hacerse de día, reunió a sus discípulos, eligió de entre ellos a doce, a quienes dio el nombre de apóstoles: Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás y Santiago, el hijo de Alfeo, Simón llamado Zelota, Judas el hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Bajando después con ellos, se detuvo en un llano donde estaban muchos de sus discípulos y un gran gentío, de toda Judea y Jerusalén, y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para escucharlo y para que los curara de sus enfermedades. Los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

El amor fraterno en comunidad y el amor solidario en el compromiso son expresiones de un mismo Espíritu (Rm 5,5). La fraternidad misma, creciendo en amor permanente, sale al encuentro del mundo de los jóvenes mostrándoles las llagas de Cristo, en su corazón y en sus manos.

Comentario: 

El fragmento del evangelista Lucas captura dos momentos importantes en la vida de Jesús: la elección de los doce apóstoles y los milagros realizados por Jesús, en medio de los discípulos y de las personas reunidas a su alrededor. Muchas veces me he hecho la pregunta: ¿Segun qué criterio eligió Jesús a los apóstoles? ¿Eran las personas más humildes, las más simples y las más valientes? Y la respuesta creo que nos encontramos a cada uno de nosotros durante la vida pública de Jesús, descrita por los evangelistas; Los apóstoles eran gente común como todos nosotros, con sus alegrías y miedos, con sus cualidades y debilidades, pero con un gran amor por Jesús. Quizás incluso Judas, que lo traicionó y que no tenía el poder de levantarse de su pecado, amaba a Jesús en un momento ...

No sabemos lo que realmente estuvo en el corazón de Judas a lo largo de su vida con Jesús. Sin embargo, lo que sabemos con certeza es que Jesús amaba a todos como nos ama a cada uno de nosotros hoy. Nos llama a cada uno de nosotros por su nombre, sin importar dónde estemos, en qué punto de la vida nos encontremos, para compartir su amor y disfrutar de este gran regalo de conocerlo. ¿Pero estamos escuchando su voz, su llamado, nuestro nombre pronunciado por sus labios?

¿Todavía nos damos cuenta de las maravillas que hace en nuestras vidas o las de nuestros seres queridos? Jesús no deja de sanar, primero sana las almas, las libera de los espíritus inmundos y luego de los cuerpos de los hombres.

(…) ¡Dejemos que nuestros corazones estén abiertos y libres para escuchar la voz del Señor, para poder comprender cuándo nos llama por su nombre y para permitirnos sanar en las heridas más profundas de nuestra alma!