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“A vosotros que escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, tratad bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian. Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica; da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames. Como queréis que os traten los hombres, tratadlos vosotros a ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a sus amigos. Si hacéis el bien a los que os hacen el bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Si prestáis esperando cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan para recobrar otro tanto. Amad más bien a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.

 

Desde la Palabra de Jesús como anuncio, propuesta y denuncia salvadoras y desde la experiencia de la historia compartida con los jóvenes y los pobres, al comunidad va configurando sus discernimientos y decisiones. Relativiza tantas cosas, y ella misma se descubre como medicación y sacramento del Señor y de su Reino. Sin estas referencias, Evangelio e historia, es imposible la conversión; toda ideologización y conveniencia arbitraria es posible.    

Comentario: 

Jesús nos insta a amar a nuestros enemigos, a hacer el bien a los que nos odian y a bendecir a los que nos maldicen. ¿No es esto un impulso de empatía? No podemos saber qué hay en el corazón de quienes nos están lastimando, debido a la cantidad de sufrimiento que han sufrido para endurecer sus corazones. Sin embargo, lo que podemos hacer es ser un ejemplo a seguir, luchar para ser buenos en cualquier situación, pero especialmente en aquellos en los que nos surge difícil responder con el bien al mal. Jesús nos enseña a no esperar lo bueno, sino a comenzar y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El amor y la autoestima son, por lo tanto, esenciales para la vida profunda del evangelio porque solo un corazón lleno de amor puede recibir la Palabra pura.

“Sé misericordioso, pero tu Padre es misericordioso”: el que está lleno de amor, puede empatizar con su prójimo, porque no puedes amar sin sufrir junto con el amado, y el que ama te dará todo sin esperar nada en cambio.