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Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía atrofiada su mano derecha. Los maestros de la ley y los fariseos lo espiaban para ver si curaba en sábado, y tener así un motivo para acusarlo. Jesús, que conocía sus pensamientos, dijo al hombre de la mano atrofiada:

-Levántate y ponte ahí en medio.

El hombre se puso de pie. Jesús les dijo:

-Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?

Y, mirándolos a todos, dijo al hombre:

-Extiende tu mano.

El lo hizo, y su mano quedó restablecida. Pero ellos, llenos de rabia, discutían qué podrían hacer contra Jesús.

Una comunidad que no derrama sus entrañas en la solidaridad con los desheredados no es transmisora del Reino que acontece. Podrá adoctrinar pero no logrará “proponer” y “convocar”. Sólo la fe que se hace amor (Gal 5,6) puede ser propuesta. Y una comunidad es sujeto que traduce la fe en servicio de amor y en esperanza.

Comentario: 

Jesús: Señor del sábado, Señor del mundo, Señor de las personas. ¿Cómo no podrías querer a un Señor así sobre ti? Un Señor que trae salud, amor, luz, esperanza, nuevos comienzos ... Y, sin embargo, frente a esta imagen, los fariseos lo rechazan, aún más buscando un medio para matar a Jesús. Casi te rebelas por lo absurdo de la situación: ¿cómo no puedes alegrarte de que un hermano tuyo haya sido sanado por el poder de la palabra hablada por Jesús en el día de reposo? Pero esta imagen, después de 2000 años, se presenta como un testimonio ante nosotros para evitar la hipocresía, la mentira, nuestra terquedad en la defensa de la tradición y nuestras propias interpretaciones erróneas del Evangelio. Así que abstengámonos del adoctrinamiento, las falsas interpretaciones y acerquémonos a la Palabra de Dios, llenos de misericordia y amor.