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Después de esto, Jesús caminaba por pueblos y aldeas predicando y anunciando el reino de Dios. Iban con él los doce y algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que había expulsado siete demonios, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes.

 

La conversión cristiana no parte tanto del cambio del hombre, sino del cambio que Dios suscita en él. Y el primer cambio que Dios suscita es la actitud de apertura a Jesús. Su encuentro colma toda aspiración humana.

Comentario: 

El texto nos presenta a un Jesús itinerante, buscador de personas y lugares nuevos donde predicar y anunciar la Buena Noticia. Jesús sale al encuentro, no espera, sino que toma la iniciativa de ese encuentro. Esta disposición de caminante y buscador de gentes y situaciones es una llamada, una sencilla invitación a salir de nosotros mismos, de nuestras propias convicciones, sentimientos y deseos para vaciarnos en ese camino, para escuchar y acoger otros muchos y muchas. Este camino de peregrino, de peregrina, nos ayudará a llevar, lo justo para el viaje, a vivir el presente de cada día.

Es de destacar también como Jesús se deja acompañar de otros discípulos y en este texto, especialmente destaca, como nombra a mujeres, que caminan a su lado, que pisan los mismos caminos, que buscan como Él ese encuentro con la gente y con Dios, con su Padre. Posteriormente la comunidad relegará a la mujer a un papel irrelevante y oculto. Jesús ya desde el principio no hizo diferencias entre unos y otras, entre unas y otros. 

Pidamos en este día por nuestra “vieja Madre” la Iglesia, para que vuelva, para que volvamos a salir a buscar por esos caminos de Dios, que no son los nuestros, a las personas de nuestra historia y lo hagamos como comunidad que trabaja por la justicia y la igualdad empezando desde dentro, que así sea.