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XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

Juan le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que hacía uso de tu nombre para expulsar demonios, y hemos tratado de impedírselo porque no anda con nosotros”. Jesús contestó: “No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está con nosotros”. “Y si cualquiera que les dé de beber un vaso de agua porque son de Cristo, yo les aseguro que no quedará sin recompensa”. “El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar. Si tu mano te está haciendo caer, córtatela; pues es mejor para ti entrar con una sola mano en la vida, que ir con las dos al infierno, al fuego que no se apaga, pues es mejor para ti entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies al infierno, pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. 

 

Comentario: 

La compasión, que es la empatía en acción no sólo puede mirar a nuestro grupo interno. La compasión necesita mirar también al del grupo externo, a quien no es “de los nuestros” a quien no es de mi familia, de mi tribu, de mi etnia, de mi comunidad…

El maestro nos da una nueva lección sobre el alcance de la compasión. El que expulsa demonios en su nombre al igual que nosotros desea ser feliz, estar libre del sufrimiento y eliminar sufrimiento en el mundo. ¿Cuál es el problema? ¿Qué no somos nosotros los protagonistas? 

No pareciera que a Jesús le interese el quién sino el qué y el cómo. Jesús en su ministerio de compasión rompe esas barreras grupales. Además, nos sugiere que la compasión podemos recibirla de otros que nos darán el vaso de agua y tal vez no lleguen a ser nunca “de los nuestros” y tampoco nos pidan ser de los suyos.

La perfección judía que dicta entrar en el paraíso sin deformidad, sin amputación, sin mancha no parece interesarle mucho a Jesús.  Si tu mano, tu pie y tu ojo no te sirven para la verdadera compasión o te serán necesarios tampoco en la vida eterna.