Al ver a la gente, Jesús subió al monte, se sentó, y se le acercaron sus discípulos. Entonces comenzó a enseñarles con estas palabras:
Dichosos los pobres en el espíritu,
porque suyo es el reino de los cielos.
Dichosos los que están tristes,
porque Dios los consolará.
Dichosos los humildes,
porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed
de hacer la voluntad de Dios,
porque Dios los saciará.
Dichosos los misericordiosos,
porque Dios tendrá misericordia de ellos.
Dichosos los que tienen
un corazón limpio,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que construyen la paz,
porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos
por hacer la voluntad de Dios,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos, pues así persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.
Hoy es el día de todos los santos. Es la celebración gozosa de esa gran multitud que goza de la santidad. Santidad a la que estamos llamados todos. Siete son los caminos o maneras de vivir, interrelacionados entre sí, que ellos han transitado y que nos invitan a transitar a nosotros:
1. Viviendo pobres en el Espíritu: A nadie se le hubiera ocurrido, pero Jesús nos dice que el camino de la vida y la felicidad no está en el tener y el retener, sino en el dar y compartir. El que es despojado y desprendido, el que no valora tanto las cosas sino la relación. El que prefiere llenar su corazón de nombres a llenarlos de tesoros. Ese es el que participa de la vida, de la paz, de la libertad, de la felicidad de ser hijo de Dios
2. Viviendo en humildad y mansedumbre: No está la vida en el dominar y prevalecer. El que es humilde, el que se despoja de sí mismo. El que busca el último lugar. El que prefiere servir a ser servido. El que sabe caminar con el otro, no sobre el otro. El que gusta más de la comunidad que de los cargos. Ese gozará de una gran paz y la dicha le colmará con un montón de cariño, sintiéndose querido por todos.
3. El camino regado por las lágrimas: Es un camino que todo el mundo rechaza. En nuestro mundo el sufrimiento hay que ponerlo lo más lejos posible de nuestro alcance. Sin embargo, las lágrimas nos hacen débiles, vulnerables, receptivos. Nos abren a los demás, nos capacitan para la acogida y la escucha. Nos convierten en personas agradecidas, compasivas, responsables. Las lágrimas nos ayudan a valorar lo que tenemos y lo que recibimos: las cosas, los hechos, las personas. Nos orientan hacia dentro, hacia las raíces del ser. Y nos hacen gustar de lo sencillo y lo pequeño de todos los matices de la vida.
4. El camino del corazón misericordioso: Sin Dios corremos el riesgo de no querer saber nada de los demás: “¿Qué tengo que ver yo con mi hermano?”. Nos hacemos sordos, insolidarios, narcisos, incapaces de cualquier gesto o sentimiento altruista. El camino de felicidad que Dios nos propone es la misericordia. Los misericordiosos vuelcan su generoso corazón sobre todas las miserias. Están capacitados para empatizar. Para entrar dentro de los sentimientos del otro. Se multiplican en ayudas y ternuras. Dan su palabra, su tiempo. Se dan a sí mismos. Mueren cada día un poco más a sí mismos para vivir en los demás.
5. El camino de la verdad: Sin Dios buscamos siempre el propio interés. Hacemos las cosas para que nos quieran. Amamos de manera posesiva. Tenemos dos caras o las que hagan falta, capaces de todo engaño o traición. Dios como proyecto de felicidad, nos invita a vivir en la verdad, en la limpieza de corazón. Los limpios de corazón son transparentes. Fieles en su palabra y compromiso. No envidian y se alegran con los demás. Son capaces de penetrar en el misterio de las personas y de las cosas y descubrir enseguida las huellas de Dios.
6. El camino de la paz: Sin Dios nos hacemos violentos. Hacemos saltar en pedazos el gozo de la convivencia. Violentos con las palabras, los sentimientos, la agresividad. Dios nos invita a ser constructores de la paz. En el camino de la paz creemos en la fuerza del diálogo. Nos fijamos más en lo que une que en lo que separa. Podemos hablar la lengua común del amor. Sabemos perdonar y mirar hacia adelante. Construimos puentes y no muros distantes
7. El camino de los perseguidos: En este mundo de injusticias o perseguimos a los justos o seremos perseguidos por vivir en la justicia. Cuando nos olvidamos del camino de Dios perseguimos a los justos de cualquier forma, con obras y palabras o silencios y vacíos. O preferiremos no ser justos para no ser perseguidos. Nos acomodamos, renunciamos a nuestros ideales y así no nos complicamos la vida. Si aceptamos el camino de Dios tendremos también la capacidad de superar la persecución. Podremos situarla como bienaventuranza: Felices los que reciben palos por ser buenos. Aquellos de quienes abusan porque son demasiado serviciales. Los que son excluidos porque no se prestan a ningún tipo de fraude, de injusticia o corrupción.