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En el camino que vamos haciendo como comunidades Adsis, la Conferencia General ha sido un regalo del Espíritu de Jesús para seguir impulsando la fidelidad a la misión recibida. Y es que, cuando nos reunimos en fraternidad amplia para escuchar y acoger la voz del Espíritu, acontece algo grande. Algo así ha sucedido en este encuentro, en el que hemos sentido y celebrado cómo Jesús y su Espíritu siguen sembrando la semilla del Reino para transformar este mundo y generar una humanidad nueva. 

Hemos percibido esa siembra en nuestras comunidades, en las que un crecimiento maravilloso de vida y fraternidad sigue aconteciendo sin que lo dominemos ni controlemos. Ese regalo nos llena de agradecimiento y nos impulsa a colaborar en su siembra, abriendo nuevos caminos de presencia fraterna y comprometida. 

Una de las experiencias más impactantes de la Conferencia ha sido la armonía dentro de un coro de voces distintas, la comunión en la diversidad que nos hace valorar el aporte de cada persona y de cada comunidad. Vivimos tiempos de gran polarización en la sociedad, difíciles para los acuerdos y consensos. Se levantan muros y las diferencias parecen insalvables; resulta casi imposible avanzar hacia logros comunes, cuando hoy la vida humana y del planeta depende más que nunca de ello. Por eso “caminar juntos y juntas” en medio de tanta diversidad y de tantos desafíos, es un don del Espíritu que alienta la comunión y la fraternidad en un mundo que necesita signos de esperanza.

Como dice el Papa Francisco:

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El hecho es que estamos experimentando nuevas formas de escucha, participación y construcción conjunta, en línea de una mayor horizontalidad, participación e inclusión. En este sentido, destaca la participación y el protagonismo que van teniendo los y las jóvenes en nuestras asambleas y encuentros. Ese nuevo estilo se ha notado en la Conferencia, algo que hemos vivido como una gran riqueza y complementariedad.

Así mismo, cabe destacar que, frente al miedo ante tanta incertidumbre y la tentación de quedarnos en lo conocido y seguro, el Espíritu nos ha regalado también la disposición a acoger todo lo nuevo que viene de él, y así, una paz y alegría que activa el corazón, que nos llena de confianza, de amor gratuito y de valentía. Un don que genera una gran pasión y nos hace salir al encuentro de tantas personas, siendo comunidades inclusivas, samaritanas y hospitalarias. Un don que nos da la capacidad para superar las distancias y ser comunidades compasivas, llamadas a transformar la realidad desde la búsqueda de la justicia, la reconciliación y el perdón.

Autor: Fermín Marrodán

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