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La crisis sanitaria, que mantiene congelado a medio mundo con una tiritona de espanto, desasosiego e incertidumbre, mantiene abierta una brecha en la economía que tardará en cicatrizar sin descuidar las afecciones que puede generar en el sistema financiero. El problema en el alambicado lenguaje de la economía no es de números, que leídos de carrerilla suelen ser fríos. El problema es el efecto que el cataclismo que se advierte ya y se avecina con mayor crudeza en tantas personas.

Basta con echar un simple vistazo a los recursos y las infraestructuras disponibles en países ricos y pobres para comprobar el abismo que les separa a la hora de encarar la pandemia. La distancia, antes que menguar en períodos inestables, se ensancha, con un reguero de familias condenadas en el mundo a valerse de ridículos medios con los que encarar el desafío de cada nuevo día.

El confinamiento, que en países como Argentina ha acabado por convertirse en costumbre, cambió hábitos, que redundaron en un ahorro monetario. Sin salir de casa, con la compra de alimentos y bienes necesarios como única exigencia a la hora de rascarse los bolsillos, los gastos se vieron contenidos. Las comunidades ADSIS no fueron extrañas a este fenómeno global, con un descenso en la balanza de costes nada desdeñable. Sin desplazamientos de corta y también larga distancia, compensados con el acercamiento proporcionado por las tecnologías, amén de otras gestiones y quehaceres anulados, las exigencias contantes y sonantes disminuyeron.

 

INICIATIVA SOLIDARIA ANTE EL DRAMA DE LA PANDEMIA

En esa tesitura, surgió un interrogante: ¿Qué hacer con el excedente obtenido por vía de ahorro? Lo primero a resaltar es que seguimos viviendo la pandemia de la Covid-19 y sus dramáticas consecuencias, que afectan gravemente a muchas personas y familias, sobre todo a quienes tienen menos recursos. Una realidad que nos golpea e interroga profundamente, y que nos urge respuestas solidarias y fraternas. 

En tal sentido, hemos querido plantear una iniciativa de solidaridad económica con proyectos y personas que han quedado en situación muy precaria. Dicha iniciativa la compartimos en la reunión de delegados y delegadas de las comunidades Adsis del 5 de septiembre de este año, y fue muy bien acogida. Hemos acordado llevarla a la práctica de manera descentralizada, a través de las comunidades. 

En lo concreto, su respuesta supuso y supone que el ahorro en tiempo de pandemia permite hacer una aportación solidaria por valor de 1.000 euros por cada Hermano/a de comunidad. El modo de canalizar la propuesta ha ofrecido a las comunidades la posibilidad de dialogar, discernir y elegir el colectivo, asociación, iniciativa o personas que pudiesen recibir su apoyo.

La libertad de elección del o los destinatarios se fundamentaba en los vínculos de conocimiento y relación que pudiera haber trenzado, ya fuese por proximidad, fines comunes, por participar en proyectos comunes, etc. A modo de orientación, las recomendaciones iban dirigidas a apoyar, como posibilidad, a entidades vinculadas con la lucha contra la pobreza y la exclusión, o implicadas en la defensa de derechos de colectivos más vulnerables. Una segunda opción podía ser iniciativas que apostaran por cambios más estructurales, ya fuese a nivel ecológico, con comercio justo o parroquias.                       

Por otra parte, el Consejo General, que vela por el bien común de las comunidades, realizó una aportación, dirigida a apoyar el programa de Cooperación de la Fundación Adsis.

Con independencia de la fórmula elegida para contribuir a apaciguar el drama acentuado de tantas personas que sufren en este mundo, el valor de la iniciativa radicó en el diálogo generado en las comunidades como oportunidad de toma de conciencia y posibilidad de conocer y estrechar lazos con otras realidades y colectivos, implicados en el mismo objetivo y hermanados en un deseo de búsqueda de igualdad.   

No es cuestión de heroicidades ni de ejercicio de santidad, sino de justicia y un compromiso que late en el mismo sentido de una vocación cristiana, que halla en su misma concepción el significado de la tarea que empuja y sostiene cada día a comunidades fraternas y solidarias. Ahorrar no es sólo una opción de austeridad. También lo es para compartir con quienes menos medios económicos tienen, pero son igual de dignos por naturaleza humana. Ahorrar no para acumular o gastar. Ahorrar para compartir. 

 

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En tiempos convulsos, como los que tambalean al mundo, es cuando surgen preguntas reflexivas y opciones que revelan una disyuntiva en la visión de la realidad: Mirada corta o perspectiva amplia.
Dicho de otro modo, los problemas acentúan la defensa de uno mismo en una espiral egocéntrica o dan lustre a las actitudes de la empatía
y la generosidad, que acunan el humanismo.

Etiquetas: Fraternidad