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Todo comienza un día en el que por “x” razones decides colaborar como voluntario con Fundación Adsis y reservar diez días de tu verano para ayudar a discapacitados en el Cottolengo del Padre Alegre (Barcelona). Pero no sólo eres tú el que estás tomando ésta decisión, sino que otras 28 personas, de ciudades como Bilbo, Donosti, Madrid o Valladolid, están comprometiéndose en el mismo proyecto.

Una vez allí la protagonista es la duda: “¿Qué voy a hacer?”, “¿Cómo reaccionaré?”, “¿Podré con la situación?”. Habíamos oído decir que no es fácil tratar con personas con limitaciones, así que algunos pensábamos “no podré con esto”, otros “no será para tanto”… pero en lo que sí que coincidimos es que el primer contacto, al no estar acostumbrados, sería chocante. Y así fue. A unos nos costó más, a otros un poco menos… pero todos juntos aprendimos a desenvolvernos: echando una mano donde se necesitara, dándoles de comer, lavándoles los dientes, cocinando, limpiando, escuchando, transmitiendo nuestra fuerza, nuestra energía y nuestras ganas, llenando las habitaciones de alegría, vitalidad y pequeños detalles que se veían recompensados con sonrisas.

Sonrisas, sí, con eso me quedo de la experiencia; esas contagiosas sonrisas de personas sencillas con miradas sinceras en momentos irrepetibles… me quedo con todo lo compartido, lo aprendido y también lo aportado.

Ahora, al echar la vista atrás, puede que como yo, estés pensando que esas razones y expectativas por las que te animaste, se quedaban cortas para todo lo que esta experiencia te ha hecho crecer… quizás te des cuenta de que puedes hacer mucho más de lo que pensabas (que lejos de esas dudas iniciales, te has superado); quizás vuelvas renovado (puede que algo haya tocado hondo en ti); quizás empieces a mirar a las personas de otra manera (que mires por dentro y empieces a fijarte en quién son en vez de en cómo son); quizás encuentres una vocación o puede que te animes a seguir con este tipo de proyectos; quizás te des cuenta de que has recibido, de personas con dificultades a las que “ayudabas”, mucho más de lo que has dado; quizás sientas que has dejado parte de tu corazoncito allí pero que has recogido otros 20000 trocitos que te han regalado… y es que seguro que TE HA CAMBIADO.

Sonia Alonso