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De pequeño me encantaba jugar con un gatito, criar un periquito en casa, plantar un tomate en la terraza… son experiencias espirituales de amor hacia la diversidad de la casa común. Lecciones de solidaridad, antídotos contra el antropocentrismo.

El estilo de vida de Jesús confirmó esta intuición tan vital de la naturaleza: admiración por los lirios del campo, los pajarillos del cielo, la solidaridad hacia los pobres marginados… Todas formamos parte del mismo cuerpo y nadie es prescindible, ni los animales, ni los minerales, ni los desheredados de este mundo. Ya no soy cristiano, solo soy un sencillo seguidor de Jesús que no le llega ni a la suela de sus sandalias.

El tiempo se agota, nos lo dicen científicos, políticos y hasta los medios de comunicación. Cuando contemplo a mis hijas, a los chicos de los talleres, me siento llamado a intentar cambiar el mundo, empezando por mi mundo. Dejar la cómoda vida urbanita y comenzar una nueva vida en el campo es nuestra microscópica contribución.

Hemos creado un mundo artificial paralelo a la creación del Creador. El camino de la conversión integral de Laudato sii está ya marcado: vivir lo más cerca posible de la naturaleza y sus estilos de vida. Mi pequeña familia hemos sido agraciados con esa oportunidad, venderlo todo y comprar medio caserío. Hacernos vegetarianos por respeto a los animales y a la salud propia y medioambiental, beber agua de manantial, replantar el bosque con plantas autóctonas, cultivar cada vez más nuestros alimentos, reciclar la basura y hacer compost, generar energías mediante fotovoltaicas, calentarnos en invierno sin contaminar, sanarnos con remedios lo más naturales posibles, colaborar con el vecindario, seguir trabajando por los jóvenes migrantes de los talleres… Todo es poco para construir el Reino de Dios, ¡¡¡un mundo nuevo sí que es posible!!!!

Dejar la cómoda vida urbanita y comenzar una nueva vida en el campo es nuestra microscópica contribución.

Autor: Mikel Sarasola