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Escucho a la Naturaleza y se la agradezco al Creador

Creo que desde adolescente he buscado momentos de estar a solas, en parajes naturales, para meditar y para dirigirme a Dios. Lo hacía de niño en la iglesia, pero enseguida lo continué haciendo al aire libre. Recuerdo losratos a la orilla del río Salazar en Ustés, en los campamentos parroquiales por Irati o Izagandoa…. La naturaleza me fascina desde niño y la conexión de ella con Dios fue en la juventud, son dos caminos y vocaciones que confluyeron hace tiempo.

Me recuerdo con 18 años en Taizé dando gracias a Dios por ella, por el treparriscos, los Pirineos, los hayedos, lassalamandras…. Esa es mi experiencia en estos temas: contemplar ampliamente el bosque y la montaña, el ríolimpio que fluye, y dar gracias profundamente a Dios por ello, por lo vivo, por lo natural.

Hay lugares especiales donde, otra experiencia interior importante, uno se siente muy pequeño, vulnerable, parte de un todo mucho mayor. Me ha ocurrido viendo amanecer desde un avión, en grandes montañas europeas, bajo el andino volcán Tungurahua, en los ríos amazónicos de Venezuela... pero especialmente ante el mar. El océano es el gran provocador de asombro, de respeto, de llamada espiritual. Junto al cielo estrellado, claro.

Pero no me veo insignificante, no. Soy muy significante, soy la consciencia de todo ello, la voz que lo agradece, el hijo del Creador que usa el lenguaje humano que usó el propio Jesús/Dios.

La belleza es otra de las dimensiones que de la Naturaleza me remite a Dios (los narcisos amarillos en las praderas de febrero, el primer verde de las hayas en abril, las grandiosas sequoias, y cientos de otros ejemplos) ¡Cuántos ratos pasaría Jesús en Galilea contemplando lo rural!

No olvido al monje Thomas Merton, que me deleita cuando cuenta en sus libros su experiencia de Evangelio en el bosque junto a su monasterio. Con él, también la amarga queja ante la destrucción: las agresiones al medio ambiente también han formado en mí al luchador hormiguita, que en cristiano, quiere también ahí pelear para que “venga a nosotros/as tu Reino”.

 

Por Pedro. J. Jimenez