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No es una novedad decir que los jóvenes son prioridad en el corazón misionero de nuestro Papa Francisco. Pero no deja de alegrarnos a cuantos nos movemos entre jóvenes, que a este Papa le caigan bien los jóvenes, e incluso que a muchos jóvenes, el Papa les caiga muy bien.

Se podrá decir que son emociones, manipulación mediática, sensiblerías… Lo del “hagan lío” nos ha dado mucho que hablar. Pero siento que no es sólo eso, sino mucho más: creo que hay una sintonía basada en la conexión con lo profundo del corazón de nuestros jóvenes, su necesidad de ser interpelados y removidos en lo profundo, de ser cuestionados y animados al mismo tiempo, con una mano de misericordia y otra de exigencia, como la del famoso Padre bueno de Rembrandt.

La insistencia en la alegría, la preocupación ecológica por la comunión como estilo de vida, la provocación hacia la misericordia… son grandes propuestas vitales que enlazan con la construcción identitaria en la que nuestros jóvenes andan afanados. Quizá este Papa esté encontrando palabras imprescindibles para ese nuevo lenguaje religioso que andamos tantos pensando.

Según informa Radio Vaticana, el Papa “tiene la intención de acompañar a los jóvenes en su camino existencial hacia la madurez para que, a través de un proceso de discernimiento puedan descubrir su proyecto de vida y realizarlo con alegría, abriéndose al encuentro con Dios y con los hombres y participando activamente en la edificación de la Iglesia y de la sociedad».

Por eso el título de la próxima Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional». Y será en octubre del 2018. Seguramente dentro de unos meses estaremos manejando ya algún documento de trabajo al respecto, ¡qué bueno! ¡nos toca trabajar a los de la pastoral juvenil!

Cabe prever que no habrá tanta polémica previa, que no discutiremos temas ideológicos, como pasó en el sínodo de la familia. Seguramente hay mucho acuerdo ideológico en que Jesucristo puede y debe ser ofrecido a los jóvenes.

Pero cabe esperar también, siguiendo las propias provocaciones del Papa, que el joven de hoy será protagonista, tendrá su espacio, dejará oír su voz, pedirá a la iglesia más alegría, más evangelio, nos revolverá un tanto en nuestros asientos, a veces demasiado cómodos, desde los que los miramos con prejuicio. Cabe esperar que los que nos decimos pastores seamos en este caso los interpelados, porque sin duda la crisis no es de los jóvenes, que siguen ahí, con sus búsquedas y sus esperanzas. La crisis es de provocadores vocacionales, de acompañantes a tiempo perdido, sin mirar el reloj, de escuchadores que sepan leer entre líneas, de compañeros de camino que no van ni por delante ni por detrás, sino al lado. Espero de este sínodo un pequeño revolcón para la Iglesia: si no les escuchamos, seguramente no tendremos tampoco nada que decirles.

Como nos decía Fidel Oñoro… ¿Se ha visto alguna vez a un pastor decir “Estas ovejas ya no son como las de antes?”. Pues eso, que no se nos escapen estas absurdeces sobre nuestros hermanos y hermanas los y las jóvenes, sino que nos preguntemos si somos los pastores que se merecen, capaces de subir detrás de ellos hacia nuevos pastos y ser también para ellos la puerta que es Jesucristo, siempre abierta, capaces de dar confianza pero no clausura.

Vamos a recordar parte de ese magisterio dedicado a los jóvenes, retomando algunos párrafos pronunciados en la JMJ 2016 en Cracovia. Los tomamos del discurso pronunciado en la ceremonia de acogida, en el Vía Crucis, y en la Vigilia de Oración y los ordenamos por acentos y temáticas.

Francisco nos señala al joven desde sus grandísimos valores: la capacidad de la amistad sincera expresión de la amistad con Cristo; la capacidad de cuestionar para mejorar, la pasión por la misericordia, la capacidad para convivir en la diversidad. Y reclama de los jóvenes para que enriquezcan a la Iglesia con esos dones que son del Espíritu.

¡Qué mejor oportunidad para renovar la amistad con Jesús que afianzando la amistad entre ustedes! ¡Qué mejor manera de afianzar nuestra amistad con Jesús que compartirla con los demás! ¡Qué mejor manera de vivir la alegría del Evangelio que queriendo «contagiar» su Buena Noticia en tantas situaciones dolorosas y difíciles!

Es un regalo del cielo poder verlos a muchos de ustedes que, con sus cuestionamientos, buscan hacer que las cosas sean diferentes. Es lindo, y me conforta el corazón, verlos tan revoltosos. La Iglesia hoy los mira y quiere aprender de ustedes, para renovar su confianza en que la Misericordia del Padre tiene rostro siempre joven y no deja de invitarnos a ser parte de su Reino.

Conociendo la pasión que ustedes le ponen a la misión, me animo a repetir: la misericordia siempre tiene rostro joven. Porque un corazón misericordioso se anima a salir de su comodidad; un corazón misericordioso sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos. Un corazón misericordioso sabe ser refugio para los que nunca tuvieron casa o la han perdido, sabe construir hogar y familia para aquellos que han tenido que emigrar, sabe de ternura y compasión. Un corazón misericordioso, sabe compartir el pan con el que tiene hambre, un corazón misericordioso se abre para recibir al prófugo y al migrante. Decir misericordia junto a ustedes, es decir oportunidad, decir mañana, compromiso, confianza, apertura, hospitalidad, compasión, sueños.

Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Y todos juntos pidamos que nos exijan transitar por los caminos de la fraternidad.

También enciende pilotos rojos, tentaciones juveniles desmovilizadoras, cegados por falsos destellos, promesas incumplidas. La comodidad entendida como aburrimiento, los caminos oscuros, la tentación de la división… son algunos de los ejemplos que destacamos.

También quiero confesarles otra cosa que aprendí en estos años. Me genera dolor encontrar a jóvenes que parecen haberse «jubilado» antes de tiempo. Me preocupa ver a jóvenes que «tiraron la toalla» antes de empezar el partido. Que están «entregados» sin haber comenzado a jugar. Que caminan con rostros tristes, como si su vida no valiera. Son jóvenes esencialmente aburridos… y aburridores. Es difícil, y a su vez cuestionador, por otro lado, ver a jóvenes que dejan la vida buscando el «vértigo», o esa sensación de sentirse vivos por caminos oscuros, que al final terminan «pagando»…y pagando caro. Cuestiona ver cómo hay jóvenes que pierden hermosos años de su vida y sus energías corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones (en mi tierra natal diríamos «vendedores de humo»), que les roban lo mejor de ustedes mismos.

Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde “felicidad” con un “sofá/kanapa (canapé)”. Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá/canapé. Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá —como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos— que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora. Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos. La “sofá-felicidad”, “kanapa-szczęście“, es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, ya que poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros. Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón.

La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal.

El Papa propone al mismo tiempo los ideales que sí movilizan, afincados en la entrega de la vida, a ejemplo de Jesús en la cruz,

Hoy la humanidad necesita hombres y mujeres, y en especial jóvenes como vosotros, que no quieran vivir sus vidas “a medias”, jóvenes dispuestos a entregar sus vidas para servir generosamente a los hermanos más pobres y débiles, a semejanza de Cristo, que se entregó completamente por nuestra salvación. Ante el mal, el sufrimiento, el pecado, la única respuesta posible para el discípulo de Jesús es el don de sí mismo, incluso de la vida, a imitación de Cristo; es la actitud de servicio. Si uno que se dice cristiano no vive para servir, no sirve para vivir. Con su vida reniega de Jesucristo.

El tiempo que hoy estamos viviendo, no necesita jóvenes-sofá, sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Solo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy les pide que sean protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando queramos vivirla, siempre y cuando queramos dejar una huella. La historia hoy nos pide que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro. El Señor, al igual que en Pentecostés, quiere realizar uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo con vos.

Y destacamos la profundidad de los finales de muchas de sus alocuciones, donde las preguntas a cada joven resuenan y despiertan anhelos de una respuesta valiente y arriesgada.

Queridos jóvenes, en aquel Viernes Santo muchos discípulos regresaron a sus casas tristes, otros prefirieron ir al campo para olvidar la cruz. Me pregunto: ¿Cómo deseáis regresar esta noche a vuestras casas, a vuestros alojamientos? ¿Cómo deseáis volver esta noche a encontraros con vosotros mismos? El mundo os espera. Corresponde a cada uno de vosotros responder al desafío de esta pregunta.

Construir puentes: ¿Saben cuál es el primer puente a construir? Un puente que podemos realizarlo aquí y ahora: estrecharnos la mano, darnos la mano. Anímense, hagan ahora, aquí, ese puente primordial, y dense la mano. Es el gran puente fraterno, y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo… pero no para la fotografía, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que este puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella.

Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos.

Hoy Jesús, que es el camino, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas? ¿Qué responden tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida?

Gracias Francisco, por confiar en los jóvenes y por regar en ellos las semillas de Dios que ya han germinado en su corazón, y que no podemos dejar morir cuantos con ellos estemos.

Juan Carlos de la Riva Sch. P. | Director de RPJ

Fuente: Revista de Pastoral Juvenil