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En primera instancia el título obedece a la trama. Una joven de 18 años, Shira está en período de casarse y para ello sueña con un joven de su edad. Sin embargo, un acontecimiento viene a trastocarle. Su hermana muere dando a luz a un niño y el padre viudo, solo para cuidar del pequeño, se ve abocado a casarse de nuevo. Y la familia le presiona para que ocupe el vacío que ha dejado su hermana. Hasta aquí lo que podría ser objeto de una tarde televisiva.

Sin embargo, “Llenar el vacío” de Rama Burshtein tiene un punto de vista peculiar. Las comunidades ortodoxas judías en Tel-Aviv son el lugar de la acción. Shira pertenece a los jaredíes (en hebreo, jaredim) que rechazan toda innovación contraria al espíritu de la Torá y suelen vivir al margen de las sociedades laicas que los rodean con vestimenta, barrios e instituciones religiosas específicas.

La directora Rama Burshtein trata con respeto y contención este dilema entre los deseos del corazón y la ayuda a la propia familia. Su cámara se adentra en el mundo cerrado de los jaredíes con una fotografía cuya belleza permite que la curiosidad se haga comprensión de este mundo tan alejado de los parámetros de la vida occidental contemporánea. El color se concentra en los contrastes de blanco y negro expresión del otro contraste radical.

Frente a las tradiciones que sacrifican la individualidad, Amos Gitai (Haifa, 1950) trató algo parecido en Kadosh (1998) desde la perspectiva laica reformista. Pero Burshtein, por pertenencia, será más sutil, ¿cuál es el origen de los deseos del corazón? ¿Tiene algo que ver con la familia e incluso con Dios? Todo ello nos acerca a las costumbres, ritos y fiestas judías. El curioso lugar de la mujer, que para nada es secundario.

Por ello el título admite una lectura más general y conflictiva. ¿Las comunidades ortodoxas no vienen a llenar el vacío de la modernidad? Sin embargo, Rama Burshtein también crítica la dificultad de la mujer religiosa de acercarse a las elecciones de su conciencia. Dando un paso más allá en la complejidad de su propuesta donde acepta un mundo alejado y contrario al estilo individualista, que al final supone una gran limitación de la libertad. La cuestión de fondo es dilema tradición versus persona. En este caso, contracultural en extremo, la persona se sacrifica a la familia y la religión. Los jaredíes son guardianes de la fe israelita leída más como tradición cerrada que como promesa de alianza abierta.

Una película, pues, especialmente interesante por hacer un acercamiento profundo al fundamentalismo, para comprender sus raíces y mostrar sus carencias. Nada simple y a fuerza de minimalista con una fuerte dimensión universal.

 

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Etiquetas: Cine espiritual