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Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
-La paz esté con vosotros.
Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo:
-La paz esté con vosotros.
Y añadió:
-Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros.
Sopló sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.
Tomás, uno del grupo de los doce, a quien llamaban «El Mellizo», no estaba con ellos cuando se les apareció Jesús. Le dijeron, pues, los demás discípulos:
-Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
-Si no veo las señales dejadas en sus manos por los clavos y meto mi dedo en ellas, si no meto mi mano en la herida abierta en su costado, no lo creeré.
Ocho días después, se hallaban de nuevo reunidos en casa todos los discípulos de Jesús. Estaba también Tomás. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo:
-La paz esté con vosotros.
Después dijo a Tomás:
-Acerca tu dedo y comprueba mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.
Tomás contestó:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto.
Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido recogidos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo tengáis en él vida eterna.

Fecha: 
Domingo, Abril 8, 2018
Cita de la oración: 
Domingo - 02 Pascua
Comentario: 

La comunidad eclesial no puede vivir desconcertada y temerosa, con las puertas cerradas a la sociedad en que vivimos. Jesús vive en medio de nosotros como portador de paz y de alegría.

La renovación pascual de la comunidad se consolida haciendo suyas las llagas de Jesús que son manos abiertas a la solidaridad y corazón transfigurado por el agua del Espíritu y la sangre de su Eucaristía.

El don supremo de Jesús resucitado es su Espíritu, que es fuente de perdón y reconciliación permanentes. Por el Espíritu somos enviados al mundo como testigos activos de misericordia y de esperanza.

Como Tomas, el discípulo reticente, muchos jóvenes sienten la necesidad de tentar a Dios, pretendiendo meter mano en las llagas abiertas de la comunidad fraterna y solidaria. Esta experiencia progresiva es condición fundamental para la evangelización. Porque solo un amor extremo y llagado nos hace testigos.