[Los pastores] Fueron de prisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que el ángel les había dicho de este niño. Y cuantos escuchaban lo que decían los pastores, se quedaban admirados. María, por su parte, guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios porque todo lo que habían visto y oído correspondía a cuanto les habían dicho. A los ocho días, cuando lo circuncidaron, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel ya antes de la concepción.
En este encuentro de los pastores con María, José y el Niño, descubrimos el proceso a través del cual la experiencia de la fe se consolida en la comunidad cristiana.
En primer lugar la incorporación de los pobres (pastores) con la comunidad habitada por Jesús, nacido en ella por la fidelidad de María, y la disponibilidad de José. Los pobres finalizan su itinerancia en la noche cuando descubren a Jesús encarnado en la comunidad solidaria y acogedora.
En segundo término, la contemplación de Dios, encarnado en Jesús, es tarea y gozo para los creyentes. La contemplación nos lleva a la interiorización de la Palabra (acontecimiento del amor). Como María debemos acoger y guardar y meditar el acontecimiento cristiano en nuestro corazón.
De esta manera, en tercer lugar, la comunidad, como los pastores se siente impulsada a dar testimonio al mundo del don recibido y del gozo experimentado.
¡Que la mediación de María, Madre de la Iglesia, nos haga fieles a este compromiso de la fidelidad a la Palabra de Dios encarnada en Jesús!
