Y les dijo:
-Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará, pero el que no crea, se condenará. A los que crean, les acompañarán estas señales: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos se curarán.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos, confirmando la palabra con las señales que la acompañaban.
Sin cercanía, comprensión y testimonio, la proclamación del Evangelio se puede reducir a propaganda y estéril adoctrinamiento. Se trata de posibilitar la apertura a la fe en quienes buscan sentido profundo a sus vidas. Una fe que sea experiencia de salvación, es decir de una vida abierta a la experiencia y a la esperanza del amor de Dios.
Los signos que acompañan la propuesta del Evangelio están aquí expresados en términos que ya encontramos en las comunidades de los Hechos de los Apóstoles . Significan fundamentalmente la presencia garante del Señor resucitado que acompaña a la comunidad.
La ascensión de Jesús al cielo y su exaltación a la derecha de Dios significan la incorporación de Jesús, de forma plena y activa en el mundo y en la historia. Esta certeza impulsa la itinerancia misionera de los discípulos y su plena dedicación a la Palabra y a los signos solidarios del Evangelio.
