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En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente:
-El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:

-Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?

El les dijo:

-Un enemigo lo ha hecho.

Los criados le preguntaron:

-¿Quieres que vayamos a arrancarla?

Pero él les respondió:
-No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores:

-Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo  en mi granero.

Les propuso esta otra parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Les dijo otra parábola:
El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta:«Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»

Fecha: 
Sábado, Julio 29, 2017
Cita de la oración: 
Sábado - 16 Tiempo ordinario
Comentario: 

No se puede decir más y mejor en tan pocas palabras. La parábola de hoy refleja con gran sencillez y profundidad la sabiduría de Dios, tan lejos de nuestra lógica humana. El bien y el mal actuando en el mundo, el bien y el mal en cada uno de nosotros.

Cuántos esfuerzos, cuánto tiempo, cuántas energías dedicadas a terminar con la cizaña que hay en nosotros o vemos en los otros. Cuando lo que nos salva es desarrollar y hacer crecer el trigo que también existe. Jesús nos dice con toda claridad, que la mejor manera de terminar con la cizaña no es arrancarla, sino alimentar y hacer crecer en nosotros todos los dones, capacidades, cualidades que el mismo Señor ya ha sembrado en nosotros, para hacer posible el Reino. Estar excesivamente preocupados por la cizaña es una de las tantas estratagemas del maligno para que el trigo no fructifique en nosotros ni en el mundo. Ante la experiencia de limitación, de pecado, de mal, que importante es señalar a los hermanos, a los jóvenes, a los pobres el trigo que existe en su campo para que lo desarrollen y sea ahí donde pongan sus mayores esfuerzos y dedicación. Cuanto más crezca el trigo en nosotros, menos se notará la cizaña y menos posibilidades tendrá de crecer.

Para esto hemos de ir superando esa tendencia casi natural que hay en nosotros de querer arrancar la cizaña, muchas veces más que por bien del Reino porque nos molesta y afea nuestro campo.