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Ser facilitadora de un proceso de transformación organizacional del que no eres parte, te sitúa en ese lugar fronterizo, libre y relativamente solitario del que habla Juan el Bautista:  El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está allí y le oye, se alegra en gran manera con su voz. Y por eso, mi gozo ha sido completo. Sin ser de la familia, estuve en la Boda y gocé de ella. Con vosotras me puse a la escucha de la Voz del Espíritu, y lo que sugería esa Voz me alegró de gran manera. 

Vuestra andadura hacia la Asamblea empezó con un planteamiento que, para la religiosa que soy, sonó pertinente y suscitó mi interés: Hacia una nueva forma de vivir la Comunidad. Para vosotras era una llamada de los signos de los tiempos que os llegaba tanto desde fuera (los contextos) como desde dentro (el Movimiento). Más allá de la formulación que parecía centrar la atención en la Comunidad, se trataba de discernir la misión de Adsis en el mundo de hoy, y de revisitar los modos y vínculos en un Movimiento que ha conocido grandes cambios durante estos últimos años. 

Desde el principio me impresionó la profundidad de reflexión y de análisis con la que planteabais ese tema. Si por un lado, vuestro estilo de vida y diferentes expresiones de pertenencia me pidieron hacer cierto esfuerzo para comprenderos, por otro lado me fue bastante fácil acoger con empatía vuestros cuestionamientos y sentirme en sintonía con vuestros anhelos. 

De la Asamblea guardo muy buenos recuerdos: vuestra creatividad y sentido del humor; el compromiso de muchas y muchos durante la etapa de preparación, la circularidad que caracteriza vuestras relaciones; la ausencia de clericalismo; la escucha de los jóvenes que tomaron la palabra para retar al Movimiento sobre aspectos inevitables en el mundo de hoy; la oración alegre y encarnada; el papel de las mujeres en el movimiento; vuestra pluralidad en los modos de pertenencia… Cuando os dejé en Guadarrama, el corazón me ardía porque, con vosotros, había vivido un encuentro comunitario con el Resucitado.

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En ese poso que vuestra Asamblea dejó en mí, hay también algunos interrogantes que deseo compartiros. Esos interrogantes gravitan en torno a dos facetas que, creo, toda organización se plantea en momentos cruciales de transformación. Son facetas de naturaleza e importancia diferentes, al mismo tiempo que interdependientes: la vitalidad, y la viabilidad. Como acompañadora de vuestro proceso he visto signos “envidiables” de vitalidad evangélica y misionera, de apertura al Espíritu que llama desde lo nuevo que surge. Al mismo tiempo, pensando en la viabilidad, ¿qué grado de cambio y de pluralidad en los modos de pertenencia y de compromiso podéis absorber como Movimiento?, ¿qué grado de flexibilidad en lo que se refiere a vuestros confines internos?, ¿qué odres nuevos podrán contener y crear las condiciones necesarias para el vino nuevo? 

¡Un abrazo fuerte, y que el Espíritu siga soplando sobre vuestra cometa! 

Piluca Benavente