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Hace tres años nuestro tiempo quedó interrumpido por una pandemia desoladora, a la que siguió la creciente oleada de violencia y de guerra en la vieja Europa, con la consiguiente escasez de energía y la subida vertiginosa de los precios. Las desigualdades crecen al compás de una nueva guerra mundial, hecha a pedazos. Ante tan complejo y funesto panorama, ¿Qué tipo de comunidades hemos de construir en la plaza pública, allí donde reina la incertidumbre, el miedo y el desamparo?

Es tiempo de generar comunidades de resistencia, fraternidades que creen en el poder de lo frágil, porque en lo frágil acontece lo realmente valioso que merece la pena conservar. La resistencia ayuda a ensanchar nuestras comunidades creando un espacio compartido donde se adivina la figura del Samaritano colectivo, como señala el papa Francisco: “Seguir atentos, como el Buen Samaritano, a todos aquellos que están golpeados por el camino, pero a su vez, buscar que muchos más se sumen en este sentir”. La resistencia no busca héroes de guerra, sino tejedores de cruces en el reverso de la historia, allí donde acontece la fecundidad colectiva.

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Autor: Luis Aranguren Gonzalo.