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Este verano he hecho El camino de Santiago comenzando desde Ponferrada. Al principio, me apunté por conocer gente y vivir esa experiencia de la que todo el mundo habla, El camino de Santiago. El primer día hicimos dinámicas para relacionarnos y conocernos todos mejor. Cada uno iba diciendo por qué se había apuntado y lo que sintió al llegar al albergue.  La gran mayoría coincidimos que era para relacionarnos con más gente y tener  nuevos  amigos, una experiencia diferente. Pero también ver a otros peregrinos con el cansancio acumulado de otros días, ampollas que tardan en quitarse y sobrecargas musculares te hacia preguntar: ¿qué hago yo aquí?. Y siempre terminabas  pensando lo bien que estaría yo en casa, en la piscina, levantándome tarde y con mis amigos. Pero siempre te daban una razón por la que continuar allí.

Según pasaban los días estabas más cansado, pero también te ibas haciendo más al grupo,  les cogías cariño. Después de todo, son muchos momentos vividos de risas, desesperación por llegar al albergue, cansancio,… 

En los últimos días, no paraban de repetir “Venga chicos, ya queda poco” y sí, qué ganas de poder sentarte en el sofá y levantarte tarde pero qué pena tener que separarte de amigos a los que habías cogido mucho cariño en tan solo once días.

Al final llegó ese día,  te sientes muy satisfecho contigo mismo porque durante la ruta pensabas que nunca llegarías. Durante estas semanas  aprendes a valorar mucho más las cosas. La comida, llegar  y que esté puesta; la ropa, tu cama, objetos que en tu casa ves imprescindibles. Pero allí hemos estado muy bien viviendo con cosas que guardas en una pequeña mochila. No solo hablo de las cosas materiales sino de valorar más a tus amigos, familia, catequistas u otros peregrinos con los que tenías una conversación durante un trozo de la ruta y te contaban un poco su vida. También me llamó mucho la atención cuando otros peregrinos sin conocerte de nada, españoles o de otra nacionalidad, te decían: “Buenos días, buen camino”, eso todos, y luego siempre había alguno con el que mantenías una conversación.

    Cuando me hablaban del camino de Santiago nunca imaginé que iba a crecer tanto  como persona ni llevarme amistades tan grandes como las que me he llevado, merece la pena hacerlo y animaría a todo el mundo para que tenga esta experiencia. 

     Sandra Fraile

    el saludo

    Buenos días, buen camino