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Queridos amigos:

 

Os comparto mi saludo y mi asombro, este Domingo en que litúrgicamente recuperamos los evangelios del… Tiempo Ordinario. ¡Qué fuerte! Después del tiempo extraordinario de la Cuaresma-Pascua-Pentecostés-Trinidad-Corpus, ADENTRARNOS EN EL “TIEMPO ORDINARIO” SE CONVIERTE EN UN SÍMBOLO DE LA ACTUALIDAD, de nuestro momento, vivencias, expectativas y anhelos colectivos.

¡Por fin ha terminado el largo periodo -99 días- del “Estado de alarma”! Podemos salir de casa a cualquier hora, viajar entre provincias, visitar a familiares lejanos… Entramos -la mayoría entusiastas, algunos temerosos- en la llamada “nueva normalidad”, que es el tiempo que pasará hasta que llegue una vacuna eficaz, sin efectos secundarios dañinos y que sea accesible a todos… Lo importante hoy es que ¡POR FIN VOLVEMOS AL “TIEMPO NORMAL”!… O NO?

Es bueno detenernos a pensar. Más allá del decreto del gobierno o el de la Junta, son muchos los que hablan o escriben sobre CÓMO SERÁ “LA NUEVA NORMALIDAD”. Seamos cautos en esto, pues quizá los que hablan no saben, y los que saben no hablan. Además, la cuestión hay que plantearla de otra manera: lo más importante será preguntarnos CÓMO QUEREMOS VIVIRLA Y CÓMO QUEREMOS QUE SEA. Porque algunas cosas nos vendrán dadas -las normas sanitarias, las restricciones sociales, los desafíos económicos-, pero otras dependerán de nosotros, como la mirada y el ánimo.

¿Con QUÉ MIRADA afrontamos este nuevo tiempo? Para construir “la nueva normalidad” no nos fijemos tanto en nuestra normalidad anterior a la pandemia, más bien acojamos esta coyuntura como la oportunidad para ir a lo esencial y gestar algo nuevo. ¿Tú eres de los que miran para atrás o para adelante? No lo dudes, es tiempo de cambios y evolución.

¿Y con QUÉ ANIMO afrontamos el nuevo futuro que tenemos por delante? Mi amigo Antonio, intencionalmente cambia los términos de un conocido dicho, para acabar afirmando que “un optimista es un pesimista bien informado”. Esa es la dirección correcta. Y a los creyentes se nos llama a ir más al fondo: ES EL TIEMPO DE COMBINAR EL REALISMO CON UNA ESPERANZA BIEN ENRAIZADA, y sobre esto nos habla el evangelio de hoy.

Jesús llama a sus discípulos a vivir en la confianza, para enfrentar un futuro nuevo que no será fácil. Encontrarán adversidades, persecuciones y peligros. Pero el temple del discípulo no se basa en una fortaleza psicológica, como quien por carácter se crece ante las dificultades. La fuerza del discípulo está en su fe: no estoy solo, Jesús está conmigo y su confianza en Dios Padre será la mía. “NO TENGÁIS MIEDO A QUIEN PUEDE MATAR EL CUERPO, PERO NO EL ALMA”. Estas palabras de Jesús son también para nosotros, aquí y ahora. E iluminan las preguntas que antes nos hacíamos: ¿Con qué ánimo (ánima, alma) afrontamos este nuevo tiempo?¿Anímicamente salimos del confinamiento más débiles o más fuertes?¿Dónde enraizamos nuestraesperanza?

Descubramos la presencia de Dios en el fondo de lo real. Ese es el secreto. Y entonces, desde “al alma creyente” las preguntas se dan la vuelta, y sólo nos quedará una pregunta radical (de raíz), la que apuntaba San Pablo: “¿QUÉ NOS APARTARÁ DEL AMOR DE CRISTO?¿el peligro, el hambre, la espada?” Hoy diríamos:

¿estar todo el año con mascarilla? ¿quedarnos sin fiestas en verano? ¿el riesgo de rebrotes y la segunda ola en otoño-invierno?

¿perder el 10% de nuestra renta per cápita, según la OCDE? ¿el 25% de paro anunciado por el Banco de España?...

“NADA NI NADIE NOS QUITARÁ EL AMOR DEL PADRE, MANIFESTADO EN CRISTO JESÚS”. Ahí se funda nuestra fuerza y nuestra esperanza. El tiempo que viene estamos llamados a vivirlo desde ahí. No sé cómo será la nueva normalidad de los meses que tenemos por delante, pero sí sé que quiero vivir con esta fe lo que venga, sea lo que sea. Con Jesús y como Jesús podremos vivir este nuevo futuro, no desde el “sálvese-quien-pueda” sino desde la resiliencia y esperanza cristianas.

Esta es la penúltima de estas “cartas dominicales” que empecé a escribiros cuando se inició el estado de alarma. Merece la pena UNA ÚLTIMA CARTA, QUE SERÁ EL PRÓXIMO DOMINGO 28, para hacer memoria de lo vivido y aprendido en estos cien días que “irrumpieron como una inundación”. Y será ocasión dedar la última vuelta a esta pregunta:

¿Cuál es la novedad a la que Dios nos llama en este tiempo de pandemia?

Que tengáis buena semana. Un fuerte abrazo

Mariano