Mientras Jesús les decía esto, llegó un personaje importante y se postró ante él diciendo:
-Mi hija acaba de morir; pero si tú vienes y pones tu mano sobre ella, vivirá.
Jesús se levantó y, acompañado de sus discípulos, lo siguió. Entonces, una mujer que tenía hemorragias desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto, pues pensaba: «Con sólo tocar su vestido quedaré curada».
Jesús se volvió y, al verla, dijo:
-Animo, hija, tu fe te ha salvado.