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Lc 6, 43-49

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos. El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

¿Por qué me llamáis: «Señor, Señor», y no hacéis lo que os digo? Os diré a quién es semejante todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica.

Lc 6, 39-42

Les puso también este ejemplo:

–¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro. ¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo? ¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Lc 6, 27-36

“A vosotros que escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, tratad bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian. Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica; da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames. Como queréis que os traten los hombres, tratadlos vosotros a ellos. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a sus amigos. Si hacéis el bien a los que os hacen el bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.

Mc 7, 31-37

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Dejó el territorio de Tiro y marchó de nuevo, por Sidón, hacia el lago de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Le llevaron un hombre que era sordo y apenas podía hablar y le suplicaban que le impusiera la mano. Jesús lo apartó de la gente y, a solas con él, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo:

-Effatha (que significa: ábrete).

Mt 1, 18-23

Natividad de la Virgen María

Lc 6, 12-19

Por aquellos días, Jesús se retiró al monte para orar y pasó la noche orando a Dios. Al hacerse de día, reunió a sus discípulos, eligió de entre ellos a doce, a quienes dio el nombre de apóstoles: Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás y Santiago, el hijo de Alfeo, Simón llamado Zelota, Judas el hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Lc 6, 6-11

Otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía atrofiada su mano derecha. Los maestros de la ley y los fariseos lo espiaban para ver si curaba en sábado, y tener así un motivo para acusarlo. Jesús, que conocía sus pensamientos, dijo al hombre de la mano atrofiada:

-Levántate y ponte ahí en medio.

El hombre se puso de pie. Jesús les dijo:

-Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?

Lc 6, 1-5

Un sábado atravesaba Jesús por unos sembrados. Sus discípulos cortaban espigas y las comían, desgranándolas con las manos. Y unos fariseos dijeron:

-¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?

Jesús les respondió:

-¿No habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre él y sus compañeros? Entró en el templo de Dios, tomó los panes de la ofrenda, comió y dio a los que lo acompañaban, siendo así que sólo a los sacerdotes les estaba permitido comerlos.

Y añadió:

Lc 5, 33-39

Entonces ellos le preguntaron a Jesús:

-Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oraciones, e igualmente los de los fariseos; en cambio tus discípulos comen y beben.

Jesús les contestó:

-¿Podéis hacer ayunar a los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que el novio les será arrebatado; entonces ayunarán.

Les puso también este ejemplo:

Lc 5, 1-11

Estaba Jesús en cierta ocasión junto al lago de Genesaret y la gente se agolpaba para oír la palabra de Dios. Vio entonces dos barcas a la orilla del lago; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la separase un poco de tierra. Se sentó y estuvo enseñando a la gente desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón:

-Rema lago adentro y echad vuestras redes para pescar.

Simón respondió: