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Mc 9, 30-37

XXV Domingo del Tiempo Ordinario

Se fueron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que nadie lo supiera, porque estaba dedicado a instruir a sus discípulos. Les decía:

–El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, le darán muerte y, después de morir, a los tres días, resucitará.

Ellos no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó:

–¿De qué discutíais por el camino?

Lc 8, 4-15

En una ocasión se reunió mucha gente venida de todas las ciudades, y Jesús les dijo esta parábola:

-Salió el sembrador a sembrar su semilla. Mientras iba sembrando, parte de la semilla cayó al borde del camino; fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso y nada más brotar se secó, porque no tenía humedad. Otra cayó entre cardos y, al crecer junto con los cardos, estos la sofocaron. Otra parte cayó en tierra buena, brotó y dio como fruto el ciento por uno.

Y concluyó:

Lc 8, 1-3

Después de esto, Jesús caminaba por pueblos y aldeas predicando y anunciando el reino de Dios. Iban con él los doce y algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que había expulsado siete demonios, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes.

Lc 8, 4-15

En una ocasión se reunió mucha gente venida de todas las ciudades, y Jesús les dijo esta parábola:

-Salió el sembrador a sembrar su semilla. Mientras iba sembrando, parte de la semilla cayó al borde del camino; fue pisoteada y las aves del cielo se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso y nada más brotar se secó, porque no tenía humedad. Otra cayó entre cardos y, al crecer junto con los cardos, estos la sofocaron. Otra parte cayó en tierra buena, brotó y dio como fruto el ciento por uno.

Y concluyó:

Lc 8, 1-3

Después de esto, Jesús caminaba por pueblos y aldeas predicando y anunciando el reino de Dios. Iban con él los doce y algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que había expulsado siete demonios, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, Susana, y otras muchas que le asistían con sus bienes.

 

Lc 7, 36-50

Nª Sra de los Dolores

Lc 7, 31-35

Nª Sra de los Dolores

Y añadió:

Jn 3, 13-17

La exaltación de la Santa Cruz

Nadie ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él.

Lc 7, 1-10

San Juan Crisóstomo

Cuando Jesús terminó de hablar al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión, que tenía un criado a quien quería mucho, y que estaba muy enfermo, a punto de morir. Oyó hablar de Jesús, y le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniese a curar a su criado. Los enviados, acercándose a Jesús, le suplicaban con insistencia:

-Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo y ha sido él quien nos ha edificado la sinagoga.

Mc 8, 27-35

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

Jesús salió con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y por el camino les preguntó:

-¿Quién dice la gente que soy yo?

Ellos le contestaron:

-Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas.

El siguió preguntándoles:

-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Pedro le respondió:

-Tú eres el Mesías.