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Lc 14, 1-6

Un sábado entró Jesús a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos. Ellos estaban al acecho. Había allí, frente a él, un hombre enfermo de hidropesía. Jesús preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos:

–¿Se puede curar en sábado, o no?

Ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. Después les dijo:

–¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cae en un pozo, no lo saca inmediatamente, aunque sea en sábado?

Y a esto no pudieron replicar.

Lc 6, 12-19

Por aquellos días, Jesús se retiró al monte para orar y pasó la noche orando a Dios. Al hacerse de día, reunió a sus discípulos, eligió de entre ellos a doce, a quienes dio el nombre de apóstoles: Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés, Santiago y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás y Santiago, el hijo de Alfeo, Simón llamado Zelota, Judas el hijo de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Lc 13, 22-30

Continuando su viaje a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. 

—Señor, ¿son pocos los que van a salvarse? —le preguntó uno. 

Lc 13,18-21

Jesús añadió:

-¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué le compararé? Es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto; creció, se convirtió en árbol y las aves del cielo anidaron en sus ramas.

De nuevo les dijo:

-¿A qué compararé el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.

Lc 13, 10-17

Un sábado estaba Jesús enseñando en una sinagoga, y había allí una mujer, que desde hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que le producía una enfermedad; estaba encorvada y no podía enderezarse del todo. Jesús, al verla, la llamó y le dijo:

-Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

Le impuso las manos, y en el acto se enderezó y se puso a alabar a Dios. El jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús curaba en sábado, empezó a decir a la gente:

-Hay seis días en que se puede trabajar. Venid a curaros en esos días y no en sábado.

Mc 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

- Hijo de David, ten compasión de mí.

Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

- Hijo de David, ten compasión de mí.

Jesús se detuvo y dijo:

- Llamadlo.

Llamaron al ciego diciéndole:

- Ánimo, levántate, que te llama.

Lc 13, 1-9

En aquel momento llegaron unos a contarle lo de aquellos galileos, a quienes Pilato había hecho matar, mezclando su sangre con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les dijo:

-¿Creéis que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás? Os digo que no; más aún, si no os convertís, también vosotros pereceréis del mismo modo. Y aquellos dieciocho que murieron al desplomarse sobre ellos la torre de Siloé, ¿creéis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis igualmente.

Lc 12, 54-59

Y a la gente se puso a decirle:

-Cuando veis levantarse una nube sobre el poniente decís en seguida: «Va a llover», y así es. Y cuando sentís soplar el viento del sur, decís: «Va a hacer calor», y así sucede. ¡Hipócritas! Si sabéis discernir el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo es que no sabéis discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?

Lc 12, 49-53

He venido a prender fuego a la tierra; y ¡cómo desearía que ya estuviese ardiendo! Tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y estoy angustiado hasta que se cumpla. ¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues no, sino división. Porque de ahora en adelante estarán divididos los cinco miembros de una familia, tres contra dos, y dos contra tres. El padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.

Lc 12, 39-48

Tened presente que, si el amo de la casa supiera a qué hora va a venir el ladrón, no le dejaría asaltar su casa. Pues vosotros estad preparados, porque a la hora en que menos penséis vendrá el Hijo del hombre.

Pedro dijo entonces:

-Señor, esta parábola ¿se refiere a nosotros o a todos?

Pero el Señor continuó: